Eran casi las tres de la mañana cuando mi teléfono móvil empezó a sonar. En la pantalla apareció "número desconocido", y en ese momento tuve el presentimiento de que era ella. Atendí de inmediato.
— Magnolia, ¿eres tú?
— Sí, Emma. Eliana me habló de tu caso. Disculpa mi demora, pero estaba en un viaje muy lejos de aquí. Tan pronto llegué y vi tu mensaje, decidí buscarte. No quiero alarmarte, pero necesito que vengas de inmediato a mi casa. Es un lugar seguro.
— Seguro, pero ¿por qué?
— Solo ven, no importa la hora. Necesito explicártelo todo. Busca mi estudio en la calle de la Esperanza 50. — dijo rápidamente y colgó el teléfono.
Me quedé sentada en la cama, sintiendo un hilo frío de sudor recorrer mi espalda. No podía pasar una noche más de esa manera, pero tampoco estaba segura de si podía confiar en esa mujer. Cada día me cuestionaba lo que había vivido en la consulta con la psiquiatra. No sé en qué punto renuncié a la razón para abordar este camino esotérico y místico, pero más allá de mis dudas, algo me impulsaba a buscar más respuestas.
Después de media hora en coche por calles vacías, me encontraba frente a la casa de Magnolia. En el dintel de la puerta colgaba un cartel negro con letras doradas que decía "Estudio Esotérico Nuevo Mundo". ¿Qué diablos estaba haciendo yo ahí? Mientras debatía si debía golpear o no, la puerta se abrió y una mujer rubia menuda de mediana edad apareció ante mí.
— No debes esperar en la calle, sigue adelante.
— Gracias. — dije mientras entraba.
Estaba anonadada con lo que veía, un salón con velas, cristales y libros en los anaqueles. Lleno de lo que siempre he considerado como un montón de baratijas y supercherías. Caminé hacia el fondo del local, donde había una puerta cubierta con una cortina morada. En cada esquina de su marco estaba tallado un pentagrama. Magnolia se detuvo en la entrada, me miró fijamente y dijo:
— En este punto termina la tienda, si decides entrar a esta habitación, lo harás libremente. Debes saber que, al cruzar esta puerta, entrarás en un terreno sumamente poderoso, donde se han librado grandes batallas entre el bien y el mal. Hace eones, los mismos dioses erigieron aquí un templo para que los humanos pudiéramos estar más cerca de ellos y pedir su ayuda para vencer a las fuerzas del mal cuando los necesitásemos. — al terminar la última palabra, se retiró de la puerta y entró a la sala, sentándose en una silla tallada en la roca.
Entré sin decir una sola palabra y me senté en otra silla frente a ella, mientras observaba los símbolos tallados en la mesa, también de piedra, que se encontraba entre nosotras.
— Emma, no es fácil lo que vas a escuchar, probablemente no lo creerás. Pero alguien debe guiarte en el camino que estás a punto de comenzar. Escucha con atención — dijo mientras tomaba mi mano y miraba la marca de mi muñeca.
— Eliana dijo que tenías en tu muñeca la marca de Lilith, y es correcto. Debes saber que en tu interior hay una fuerza que puede destruir el mundo si lo desearas.
— ¿De qué me estás hablando? — dije incrédula ante sus palabras.
— ¿Has escuchado alguna vez la historia de Lilith?
— Alguna vez escuché una leyenda. Lilith y sus hijas eran demoníacas y estaban malditas, sus hijas habitaban en el infierno... en realidad, casi nunca prestaba atención a esas historias.
— Hija, esa no es la historia completa. Ese fragmento es solo una parte de lo que la religión se encargó de contar. Lilith no era un demonio; ella fue la primera mujer en el paraíso, no Eva. — dijo con elocuencia Magnolia — Ella fue creada a imagen y semejanza de Dios, al igual que Adán, y también fue una de las custodias del paraíso. Pero ella desarrolló sus dones con mayor maestría que Adán, y aunque era mucho más capaz de proteger el Paraíso, Dios lo prefirió a él, dándole la potestad sobre todas sus creaciones, incluyéndola.
— Eso no lo sabía — dije mientras el enojo me recorría; no entiendo por qué, pero me sentí ofendida, como si esa afrenta hubiese sido directamente contra mí.
— Ella confrontó al creador, cuestionando su criterio ante lo que ella consideraba evidente: era más capaz de proteger la vida que Él había creado, no Adán, quien todo el día estaba retozando en la hierba o nadando en el río Gihón. Dios se sintió profundamente ofendido por sus palabras y la expulsó del Jardín del Edén de inmediato, dejando solo a Adán y dándole luego una nueva compañera sumisa para regir el paraíso.
— Pero ¿qué me estás contando? — interrumpí.
— Aún no he terminado — dijo ante mi interrupción — Desde ese día, ella fue libre, pero vivió con el castigo que Él le impuso por siglos, llenando de tristeza su corazón que extrañaba con locura los suaves prados de su Jardín. Con el paso del tiempo, tuvo muchas hijas, pero tristemente su maldición las convirtió una a una en bestias que llenaron de terror la tierra; eran criaturas mitad humanas y mitad monstruos que atraían y seducían a los hombres para luego matarlos. Una de ellas, Aloqua, la primera hija de Lilith junto al rey de los demonios Abbadon, con el tiempo se convertiría en la diosa de los súcubos.
— Pero Magnolia, ¿yo qué tengo que ver con esto?
— Ya estoy llegando a ello — dijo Magnolia — Antes de ser la diosa de los súcubos, Aloqua se enamoró de un mortal al que no deseaba eliminar por su bondad y pureza de corazón; lo quería con todas las fibras de su cuerpo, y de esa unión llegó al mundo una bebé de apariencia humana, pero que en su interior guardaba el poder de su madre contenido en una marca de nacimiento. Con el tiempo, el linaje se preservó en todas las mujeres de la familia, pero el inmenso poder del legado ha llevado a casi todas a la muerte si no logran despertar.
— ¿Despertar? ¿De un sueño? — dije confundida.
— No, el despertar es recibir el don de la familia. — dijo Magnolia en voz baja.
— Espera, ¿estás diciendo que se supone que voluntariamente debo recibir una maldición para no morir por culpa de mis sueños? — me exasperaba al oír semejantes locuras — ¿Eres consciente del disparate que me estás diciendo? ¿Cómo me voy a morir en los sueños? Eso no tiene ningún sentido.
— No precisamente por los sueños. Lo que ves son otras dimensiones donde el poder de la familia está desatado. Ese caos y ese dolor pueden alcanzarte, pero si lo aceptas, yo puedo enseñarte cómo controlarlo. Mira esto. — dijo extendiendo su brazo derecho; ella también tiene la misma marca que yo.
— So… So… ¿Somos familia? — dije asustada y sorprendida entre lágrimas — No sabía que tenía familiares cercanos; mi núcleo siempre fue tan pequeño.
— No tengo clara tu línea genealógica, pero esta marca no miente, somos familia. — dijo Magnolia — Confía en mí, déjame salvarte.
— Pero, no soy más que una desconocida, Magnolia.
— No, no lo eres, Emma —.
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