Éramos unas niñas que solo queríamos divertirnos un sábado por la tarde, cuando tres muchachos, seguramente de nuestra misma edad, entraron disparando con armas automáticas en la zona de juegos, donde nosotras estábamos discutiendo sobre quién comenzaría el turno en el arcade. Al escuchar los gritos, Amy reaccionó de inmediato en medio del pánico y nos llevó a la trastienda del local por un camino estrecho, por donde una vez su hermanito menor se había colado y ella tuvo que sacarlo. Durante horas, escuchamos gritos de terror y disparos que parecían no terminar nunca, hasta que un policía nos encontró abrazadas en un rincón.
Con los años, el centro comercial fue vendido y demolido, y en su lugar se instaló un almacén de electrodomésticos y el bar de Charlie's, un lugar rústico que se convirtió en nuestro refugio. Como de costumbre, llegué temprano y no tenía ganas de entrar, así que me quedé esperando a mis cuatro amigas frente a la vidriera del local vecino. La televisión sintonizaba el noticiero cuando vi una fotografía de Jenny y leí en la barra inferior: "Hallado en una casa de playa el cadáver de Jenny Simons, una de las sobrevivientes del atentado del centro comercial hace 20 años".
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