Capítulo III: Un jardín en el camino


— No temas, dame tu mano; prometo que vamos a salir juntas de esto — dijo Magnolia mirándome a los ojos mientras tomaba mis manos entre las suyas; nuestras marcas de nacimiento, al acercarse una a la otra, comenzaron a brillar.

El asombro que me causó ver este fenómeno en nuestras muñecas, de golpe me llevó a una reflexión. Lo que me dijo Magnolia eran las palabras que había querido escuchar desde hace mucho tiempo, pero las esperaba en otro contexto. Aun no me era fácil aceptar lo que estaba ocurriendo; tan solo intentar creer que mi vida estaba ligada de alguna manera a una estirpe demoniaca me hacía perder la cordura.

Sé que jamás había sido una persona creyente, más bien podría decirse que pasaba de ello. Pero siempre pensé que era una persona luminosa; si bien mi carácter nunca ha sido cosa sencilla para nadie, puedo afirmar con total certeza que la bondad está en mi interior y que suelo ser una buena persona cuando se me necesita.

— No, Magnolia, no soy capaz de avanzar. 
— Querida niña, te entiendo, pero no podemos esperar demasiado. Eliana abrió un camino demasiado peligroso para ti sin saberlo. Así como tú pudiste verlas y escucharlas, ellas ahora también pueden encontrarte. 
— ¿Quiénes? — Las otras hijas de Lilith, las condenadas. Recuerda la historia, todas las hijas que no fueron concebidas con el humano de corazón puro con el paso de los días se convirtieron en criaturas infernales — señaló Magnolia — Ellas no pueden llegar a ti en este plano, pero en tus sueños estás a su merced si no sabes cómo defenderte, si te pierdes en el plano espiritual, no podrías volver nunca a esta realidad. Pero sé que esto no es fácil de digerir para nadie.

Se levantó de su trono de piedra y se dirigió al lado opuesto de la puerta, hacia una pared completamente tallada con símbolos que nunca había visto. Acercó su muñeca con la marca al más grande de ellos, el único que conocía, el de nuestra maldición. Inmediatamente empecé a sentir que la habitación se sacudía, estaba entrando en pánico; lo último que podía esperar en ese momento era un terremoto.

— Emma, te llevaré a un lugar seguro para que puedas descansar mientras logras recuperar la energía que necesitas para poder enfrentarte a tu nueva realidad — exclamó vehementemente Magnolia mientras el muro se deslizaba a la izquierda. 
— Pero ¿qué es esto? — dije sin poder salir de mi asombro mientras me ponía de pie y abría mis ojos al máximo para poder enfocar aquella brillante visión. 
— Te dije que aquí los mismos dioses habían construido un templo para guiarnos y apoyarnos en la lucha contra el mal hace miles de años. Pues bienvenida a su jardín — susurró Magnolia descalzando sus pies antes de entrar, invitándome a entrar tras ella con un ademán — Deja afuera tus zapatos y tus pertenencias; estarán seguras.

Me quité los zapatos lo más rápido que pude y me apresuré a seguirla. En el momento en el cual atravesé la entrada, de inmediato me imaginé que esto pudo haber sentido Alicia cayendo por el agujero del conejo. Creo que nunca había sentido la hierba fresca sin zapatos antes; muchas veces caminé por la playa y sentí la arena entre mis dedos, pero esta sensación era diferente. Me agaché rápidamente y retiré mis calcetines dejándolos en uno de los bolsillos de mi pantalón y me apresuré en alcanzar a Magnolia.

— Este jardín se llama “An Gàrradh nan Còir” — dijo señalando una columna de granito con letras forjadas en oro — Después de una revelación supe dónde buscar el significado de su nombre hace muchos años; está escrito en gaélico antiguo, es el Jardín de los Justos. Créeme que no fue sencillo encontrar su significado antes del internet y de la tecnología que tenemos en la actualidad, y mucho menos para una chica poco talentosa como lo era yo. 
— A ver, Magnolia, tienes nombre de otra generación, pero no podrás tener más de 45. Ya había tecnología, aunque fuera limitada, cuando eras joven. 
— Soy un poco más mayor que eso, pero es un honor para mí que pienses que tengo esa edad. En realidad, las mujeres de nuestra familia envejecemos lentamente — dijo con su mejor sonrisa — Aquí donde me ves, ya pasé los 60. 
— ¡No puede ser! Te ves muy joven. Una luz de esperanza en medio de esta maldición; al menos no debo preocuparme por el envejecimiento prematuro — dije mientras reía; hacía mucho que ni siquiera esbozaba una sonrisa y sentí que ese simple acto me devolvía paz al corazón.

Mientras la seguía, sentí que habíamos caminado unos cuantos minutos; no tenía sentido, pues su estudio era pequeño, aunque supongo que eso ya no tenía importancia, hace mucho dejamos de estar en su casa. Disfruté cada paso que di, sentir cada brizna de césped en mis pies, la brisa del viento en mis mejillas, hasta que llegamos a una hermosa pérgola cubierta de flores. En su interior había unos sillones bajos con almohadones cubiertos de gasas y sedas.

— Emma, aquí podrás descansar unas horas. Este es el lugar más seguro del Jardín. En tiempos de los dioses, aquí venían los guerreros heridos a recuperarse y sanar después de cruentas batallas. Este lugar está sellado y protegido, así que entra y duerme.

No tuvo que decirlo más de una vez; entré rápidamente y me lancé pesadamente entre los almohadones. Sentí como si estuviera flotando en una nube tersa y suave; de inmediato sentí pesadez en mis ojos, seguramente iba a dormirme de inmediato. 

— Magnolia, no me dejes sola — dije con pesadez mientras sentía que me dormía. 
— No lo haré, aquí estaré cuando despiertes.

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