No
entiendo por qué insistían tanto en enviarme a terapia. Debo reconocer que
había tenido días complicados y que quizá me sobrepasé "un poco" con
Paloma. Sé que mi jefe no me despidió por ese "pequeño" incidente
porque me necesitaba en el proyecto, pero es exagerado que me obligara a ir al
psiquiatra. No estaba loca, solo cansada.
—Mi nombre es Emma, tengo una cita con la doctora...— detuve brevemente mi monólogo mientras ojeaba el nombre de la dichosa psiquiatra en mi móvil.
—Medina, Eliana Medina es el nombre de la doctora.
—Así es, tienes razón, Carlota — dije mientras leía su nombre en el gafete.
—Por favor, sigue hacia la sala de la derecha y toma asiento. Espera a que te llamen.
—Gracias — dije mientras avanzaba con desgano por el pasillo.
Después de esperar unos minutos, escuché a través del sistema de parlantes:
—Mi nombre es Emma, tengo una cita con la doctora...— detuve brevemente mi monólogo mientras ojeaba el nombre de la dichosa psiquiatra en mi móvil.
—Medina, Eliana Medina es el nombre de la doctora.
—Así es, tienes razón, Carlota — dije mientras leía su nombre en el gafete.
—Por favor, sigue hacia la sala de la derecha y toma asiento. Espera a que te llamen.
—Gracias — dije mientras avanzaba con desgano por el pasillo.
Después de esperar unos minutos, escuché a través del sistema de parlantes:
—Emma
García, consultorio 3, Emma García, consultorio 3.
Tomé mi bolso y me dirigí hacia la oficina. Abriendo la puerta tímidamente, asomé mi cabeza y dije, esbozando mi sonrisa más inocente:
—¿Puedo pasar?
—Adelante, ve directamente al diván. Estaré contigo en un par de minutos —dijo mientras se dirigía con un bolígrafo y una agenda hacia un sillón al lado del diván.
¡Qué cliché! Este lugar parecía sacado de una novela de misterio donde los pacientes son acuchillados por un doctor enloquecido por la culpa.
—Si quieres, puedes recostarte, Emma. La idea es que te sientas cómoda y tranquila.
—Muchas gracias, doctora. Dejaré aquí mis zapatos. Me siento más relajada sin ellos —dije mientras me acomodaba sentada en posición de flor de loto.
—Emma, sé que no quieres estar aquí. En tu informe consta una anotación de tu jefe diciendo que estás aquí debido a una disputa con un colega de tu oficina. Él dice que tienes problemas para controlar la ira.
—Eliana, ¿puedo llamarte Eliana?
Tomé mi bolso y me dirigí hacia la oficina. Abriendo la puerta tímidamente, asomé mi cabeza y dije, esbozando mi sonrisa más inocente:
—¿Puedo pasar?
—Adelante, ve directamente al diván. Estaré contigo en un par de minutos —dijo mientras se dirigía con un bolígrafo y una agenda hacia un sillón al lado del diván.
¡Qué cliché! Este lugar parecía sacado de una novela de misterio donde los pacientes son acuchillados por un doctor enloquecido por la culpa.
—Si quieres, puedes recostarte, Emma. La idea es que te sientas cómoda y tranquila.
—Muchas gracias, doctora. Dejaré aquí mis zapatos. Me siento más relajada sin ellos —dije mientras me acomodaba sentada en posición de flor de loto.
—Emma, sé que no quieres estar aquí. En tu informe consta una anotación de tu jefe diciendo que estás aquí debido a una disputa con un colega de tu oficina. Él dice que tienes problemas para controlar la ira.
—Eliana, ¿puedo llamarte Eliana?
—Sí, claro que puedes.
—Están exagerando todo lo que
sucedió. Paloma entró en mi despacho sin tocar y yo estaba tomando una pausa.
No he estado durmiendo bien por las noches y creo que me quedé dormida. Ella me
asustó y, sin querer, le lancé una estatuilla que la golpeó en la cabeza. Eso
fue todo —intenté ser lo más convincente posible para salir rápidamente de esta
imposición.
—El informe no describe lo sucedido, pero confío en ti. Creo en tus palabras, Emma. Sin embargo, hay algo de lo que mencionas que me preocupa.
—¿Qué podría ser? —pregunté, fingiendo asombro.
—Que tienes problemas para dormir. En tu historial clínico veo que eres una persona sana; tus análisis más recientes confirman que tu estado físico es muy bueno. ¿Con qué frecuencia sufres de insomnio?
—Verás, mi problema no es el insomnio, sino las terribles pesadillas que me mantienen despierta. No puedo controlarlo. Me despierto empapada en sudor, con dolor en todo el cuerpo, siento como si mi alma se hubiera ido y regresado de golpe, no sé cómo explicarlo —en pocos segundos me abrí por completo y le conté a una desconocida mis terrores más profundos.
—No te han realizado ninguna prueba clínica. ¿Te has negado a hacerlas?
—No, no me han propuesto ninguna. Mi médico de cabecera cree que con valeriana y melatonina estaré bien. Al principio estuve de acuerdo, pero ahora ya no estoy segura.
—Debo ser franca, Eliana, nunca le he revelado estos detalles a nadie, pero mis sueños cada vez son más aterradores y vívidos. No te miento si te digo que siento que puedo morir mientras estoy en ellos.
—Emma, sabes que racionalmente no es posible que eso suceda, ¿verdad?
—Sí... Es un miedo que me supera, soy plenamente consciente de ello, pero no puedo enfrentarlo, ni eliminarlo, ni suprimirlo. Tengo miedo cada noche, incluso creo que en ocasiones he sentido que mi cuerpo se levanta de la cama —dije mientras apartaba un mechón de cabello rebelde de mi rostro.
Mi doctora se sobresaltó por un momento al ver mi muñeca y me interrumpió abruptamente:
—Déjame ver tu muñeca. ¿Hace cuánto tiempo tienes ese tatuaje?
—¿Mi marca? No es un tatuaje, es una marca de nacimiento —dije mientras examinaba mi muñeca.
—Emma, eso no puede ser posible.
—A ver, doctora, sí puede serlo. Nací con ella y en realidad cada año de mi vida se ha vuelto más oscura. Pero no es cancerígena, el dermatólogo la revisó hace años.
—No creo poder ayudarte con lo que te afecta. Eso va más allá de mis capacidades.
—Doctora, no me asuste de esa manera. ¿Qué se supone que me está sucediendo? Si no continúo asistiendo a esta consulta, mi jefe me despedirá, y que yo sepa, no estoy oponiendo resistencia. Incluso he hablado con honestidad —le dije seriamente mientras la miraba a los ojos.
—Emma, tu jefe en este momento es el menor de tus problemas. Si me lo permites, quiero hacerte una prueba. Sin embargo, no puedo negarte que tengo un mal presentimiento.
—El informe no describe lo sucedido, pero confío en ti. Creo en tus palabras, Emma. Sin embargo, hay algo de lo que mencionas que me preocupa.
—¿Qué podría ser? —pregunté, fingiendo asombro.
—Que tienes problemas para dormir. En tu historial clínico veo que eres una persona sana; tus análisis más recientes confirman que tu estado físico es muy bueno. ¿Con qué frecuencia sufres de insomnio?
—Verás, mi problema no es el insomnio, sino las terribles pesadillas que me mantienen despierta. No puedo controlarlo. Me despierto empapada en sudor, con dolor en todo el cuerpo, siento como si mi alma se hubiera ido y regresado de golpe, no sé cómo explicarlo —en pocos segundos me abrí por completo y le conté a una desconocida mis terrores más profundos.
—No te han realizado ninguna prueba clínica. ¿Te has negado a hacerlas?
—No, no me han propuesto ninguna. Mi médico de cabecera cree que con valeriana y melatonina estaré bien. Al principio estuve de acuerdo, pero ahora ya no estoy segura.
—Debo ser franca, Eliana, nunca le he revelado estos detalles a nadie, pero mis sueños cada vez son más aterradores y vívidos. No te miento si te digo que siento que puedo morir mientras estoy en ellos.
—Emma, sabes que racionalmente no es posible que eso suceda, ¿verdad?
—Sí... Es un miedo que me supera, soy plenamente consciente de ello, pero no puedo enfrentarlo, ni eliminarlo, ni suprimirlo. Tengo miedo cada noche, incluso creo que en ocasiones he sentido que mi cuerpo se levanta de la cama —dije mientras apartaba un mechón de cabello rebelde de mi rostro.
Mi doctora se sobresaltó por un momento al ver mi muñeca y me interrumpió abruptamente:
—Déjame ver tu muñeca. ¿Hace cuánto tiempo tienes ese tatuaje?
—¿Mi marca? No es un tatuaje, es una marca de nacimiento —dije mientras examinaba mi muñeca.
—Emma, eso no puede ser posible.
—A ver, doctora, sí puede serlo. Nací con ella y en realidad cada año de mi vida se ha vuelto más oscura. Pero no es cancerígena, el dermatólogo la revisó hace años.
—No creo poder ayudarte con lo que te afecta. Eso va más allá de mis capacidades.
—Doctora, no me asuste de esa manera. ¿Qué se supone que me está sucediendo? Si no continúo asistiendo a esta consulta, mi jefe me despedirá, y que yo sepa, no estoy oponiendo resistencia. Incluso he hablado con honestidad —le dije seriamente mientras la miraba a los ojos.
—Emma, tu jefe en este momento es el menor de tus problemas. Si me lo permites, quiero hacerte una prueba. Sin embargo, no puedo negarte que tengo un mal presentimiento.
—Doctora, prometo que me someteré a los exámenes que usted
considere necesarios. Estoy muy asustada y su reacción solo aumenta mi temor.
—Esta prueba no es un análisis de laboratorio. Es algo un poco más complejo,
por así decirlo —sentenció mi doctora mientras se alejaba del diván y, con una
llave que colgaba de una cadena en su cuello, abrió una de las gavetas de su
escritorio y tomó asiento
Su apariencia se volvió fría y sombría, muy diferente a la calidez y amabilidad que había percibido de ella desde que entré en su consultorio. Estaba confundida y necesitaba urgentemente una explicación.
—Sé que en este momento te estás preguntando qué diablos está pasando, y considero que debo darte una breve explicación para que puedas tomar una decisión —dijo mientras se balanceaba en su silla.
Dejé el diván y me senté frente a ella en su escritorio. Ese día, más que nunca, estaba dispuesta a escuchar lo que tenía que decirme. Ella era la única persona que hasta ahora me había escuchado y no creía que lo que me aquejaba fuera simplemente un mal sueño.
—Mi familia se ha dedicado, desde hace más de diez generaciones, a sanar el alma y la mente de las personas. Con los avances de la humanidad, hemos pasado del mito a la ciencia, pero siempre buscando formas de brindar paz a quienes la necesitan —dijo mientras pasaba las páginas de un antiguo libro con una caligrafía incomprensible para mí—. Este grimorio fue encontrado por uno de mis ancestros en las ruinas de un templo escandinavo. Durante años, buscó la manera de traducirlo hasta que lo logró.
—¿Qué decía? ¿Qué contiene?
—Es un libro de sabiduría antigua que otorga a su portador y a su descendencia un gran poder —dijo cerrando el libro de golpe—Nos permite ver los lazos espirituales de las personas para desatar o romper aquellos que les causan daño en el mundo espiritual. Nosotros somos los Protectores.
—¿Con ese poder podrías ayudarme? —pregunté, aferrándome a la esperanza.
Su apariencia se volvió fría y sombría, muy diferente a la calidez y amabilidad que había percibido de ella desde que entré en su consultorio. Estaba confundida y necesitaba urgentemente una explicación.
—Sé que en este momento te estás preguntando qué diablos está pasando, y considero que debo darte una breve explicación para que puedas tomar una decisión —dijo mientras se balanceaba en su silla.
Dejé el diván y me senté frente a ella en su escritorio. Ese día, más que nunca, estaba dispuesta a escuchar lo que tenía que decirme. Ella era la única persona que hasta ahora me había escuchado y no creía que lo que me aquejaba fuera simplemente un mal sueño.
—Mi familia se ha dedicado, desde hace más de diez generaciones, a sanar el alma y la mente de las personas. Con los avances de la humanidad, hemos pasado del mito a la ciencia, pero siempre buscando formas de brindar paz a quienes la necesitan —dijo mientras pasaba las páginas de un antiguo libro con una caligrafía incomprensible para mí—. Este grimorio fue encontrado por uno de mis ancestros en las ruinas de un templo escandinavo. Durante años, buscó la manera de traducirlo hasta que lo logró.
—¿Qué decía? ¿Qué contiene?
—Es un libro de sabiduría antigua que otorga a su portador y a su descendencia un gran poder —dijo cerrando el libro de golpe—Nos permite ver los lazos espirituales de las personas para desatar o romper aquellos que les causan daño en el mundo espiritual. Nosotros somos los Protectores.
—¿Con ese poder podrías ayudarme? —pregunté, aferrándome a la esperanza.
—Es lo que quiero intentar. Pero no puedo garantizarte nada hasta que vea qué
es lo que te está lastimando —dijo mientras contemplaba el libro—. Sin embargo,
si decides hacerlo, debes dejar de lado todo lo que hasta ahora creías saber de
mí. A partir de este momento, estás frente a una Protectora del Alma, no solo a
una doctora en psiquiatría.
No lograba comprender todo lo que estaba sucediendo; podría decirse que mi percepción de la realidad se estaba desmoronando. Algo en lo más profundo de mi ser me instaba a huir de ese lugar, a alejarme de lo desconocido, pero en ese momento, mi desesperación por una noche de sueño y descanso superaba cualquier otra consideración.
No dormir puede sonar como algo molesto pero superable. Estaba de acuerdo con eso. Sin embargo, cuando tus sueños están plagados de muerte, dolor y miedo, cuando cerrar los ojos solo te muestra destrucción y una abrumadora sensación te impide descansar, estás dispuesto a hacer cualquier cosa para detenerlos. Mi ira, mi molestia, mi impaciencia; esa rabia acumulada que brotaba de mí durante el día era mi manera de pedir ayuda, y creo que la había encontrado.
—Por favor, hazlo. Siento que estoy perdiendo la razón.
Eliana rebuscó rápidamente en el primer cajón, sacó un medallón de oro con símbolos extraños y se lo colocó alrededor del cuello. Al hacerlo, sus ojos cambiaron de color inmediatamente, adquirieron un tono amarillo, y su piel blanca comenzó a brillar intensamente como una gema tornasolada. Se levantó de su silla y con un gesto señaló el diván. Automáticamente, me puse de pie y la seguí al otro lado de la sala.
Con un ademán, me indicó que me sentara, y ella hizo lo mismo frente a mí. Tomó el medallón entre sus manos y comenzó a murmurar palabras ininteligibles para mí. Sin embargo, pude notar que su tono de voz había cambiado; era más grave y profundo.
Aproximó el medallón hacia mi frente, y al tocarme, sentí un calor abrasador que recorrió mi cabeza y se extendió por mi cuerpo, a pesar de que me encontraba helada. Me ordenó cerrar los ojos, y al hacerlo, comencé a ver criaturas aterradoras con formas femeninas pasar ante mí. Ellas eran las que me acosaban todas las noches en mis sueños.
El terror se apoderó de mí. Quería abrir los ojos, pero sentía que no podía hacerlo. Era la misma sensación que experimentaba cada noche. Anhelaba despertar y escapar de ese infierno, pero no podía lograrlo. En la lejanía, escuché una voz que decía:
—Hija, no temas. Nadie puede lastimarte si estás conmigo.
Al escucharla, no experimenté miedo, pero sí angustia debido a que no podía ver quién me hablaba en medio de tantos seres maléficos. La busqué por un sendero de piedra que conducía a una montaña escarpada, hasta que sentí una mano helada tomar mi brazo y escuché otra voz a lo lejos que decía:
—Debes salir de aquí inmediatamente.
Era Eliana. Sentí cómo retiraba su medallón de mi frente y, de manera automática, todo volvió a la normalidad: sin monstruos, sin voces. Todo tan tranquilo como cabría esperar en el consultorio de una psiquiatra.
—¿Qué fue eso? Dime que estaré bien, que todo se ha solucionado. Dime que lo que vi fue solo una pesadilla —dije entre sollozos, sintiendo que mi alma se había quebrado después de todo lo que presencié.
—Lo siento, Emma, pero no puedo ayudarte —respondió Eliana avergonzada mientras sus manos temblaban.
—¿Qué me estás diciendo? ¿Cómo puedes abandonarme después de todo lo que acabo de presenciar?
—Espera, no voy a abandonarte, pero no puedo ayudarte. Emitiré un informe para darte el alta y evitar que tengas problemas en tu trabajo. Ahora tengo claro que lo que te afecta no es ira. Sin embargo, debes prometerme que irás a ver a Magnolia. Solo ella podrá ayudarte.
—Espera un momento. Si entiendo bien, después de toda esta locura, ¿simplemente me estás derivando a otro profesional?
—No exactamente. Magnolia no es médico, es demonóloga.
—¿Qué? ¿Qué demonios tiene que ver una demonóloga en todo esto? ¿Necesito un exorcismo? —grité exasperada, mientras me limpiaba las lágrimas con la manga de mi blusa—. No creo en esas cosas, las supersticiones sobre dios y el diablo nunca me han importado.
—Entiendo que en este momento estés enfadada conmigo. Pero debes tener claro algo: tu marca no es una marca de nacimiento cualquiera, se conoce como la marca de Lilith —me explicó Eliana, tratando de calmarme— Yo nunca la había visto directamente, solo en los apuntes de mi abuelo. Por eso tenía que asegurarme de que no me equivocaba. La única manera de ayudarte es que la busques a ella, o será demasiado tarde para ti. Solo Magnolia tiene el poder para ayudarte.
No lograba comprender todo lo que estaba sucediendo; podría decirse que mi percepción de la realidad se estaba desmoronando. Algo en lo más profundo de mi ser me instaba a huir de ese lugar, a alejarme de lo desconocido, pero en ese momento, mi desesperación por una noche de sueño y descanso superaba cualquier otra consideración.
No dormir puede sonar como algo molesto pero superable. Estaba de acuerdo con eso. Sin embargo, cuando tus sueños están plagados de muerte, dolor y miedo, cuando cerrar los ojos solo te muestra destrucción y una abrumadora sensación te impide descansar, estás dispuesto a hacer cualquier cosa para detenerlos. Mi ira, mi molestia, mi impaciencia; esa rabia acumulada que brotaba de mí durante el día era mi manera de pedir ayuda, y creo que la había encontrado.
—Por favor, hazlo. Siento que estoy perdiendo la razón.
Eliana rebuscó rápidamente en el primer cajón, sacó un medallón de oro con símbolos extraños y se lo colocó alrededor del cuello. Al hacerlo, sus ojos cambiaron de color inmediatamente, adquirieron un tono amarillo, y su piel blanca comenzó a brillar intensamente como una gema tornasolada. Se levantó de su silla y con un gesto señaló el diván. Automáticamente, me puse de pie y la seguí al otro lado de la sala.
Con un ademán, me indicó que me sentara, y ella hizo lo mismo frente a mí. Tomó el medallón entre sus manos y comenzó a murmurar palabras ininteligibles para mí. Sin embargo, pude notar que su tono de voz había cambiado; era más grave y profundo.
Aproximó el medallón hacia mi frente, y al tocarme, sentí un calor abrasador que recorrió mi cabeza y se extendió por mi cuerpo, a pesar de que me encontraba helada. Me ordenó cerrar los ojos, y al hacerlo, comencé a ver criaturas aterradoras con formas femeninas pasar ante mí. Ellas eran las que me acosaban todas las noches en mis sueños.
El terror se apoderó de mí. Quería abrir los ojos, pero sentía que no podía hacerlo. Era la misma sensación que experimentaba cada noche. Anhelaba despertar y escapar de ese infierno, pero no podía lograrlo. En la lejanía, escuché una voz que decía:
—Hija, no temas. Nadie puede lastimarte si estás conmigo.
Al escucharla, no experimenté miedo, pero sí angustia debido a que no podía ver quién me hablaba en medio de tantos seres maléficos. La busqué por un sendero de piedra que conducía a una montaña escarpada, hasta que sentí una mano helada tomar mi brazo y escuché otra voz a lo lejos que decía:
—Debes salir de aquí inmediatamente.
Era Eliana. Sentí cómo retiraba su medallón de mi frente y, de manera automática, todo volvió a la normalidad: sin monstruos, sin voces. Todo tan tranquilo como cabría esperar en el consultorio de una psiquiatra.
—¿Qué fue eso? Dime que estaré bien, que todo se ha solucionado. Dime que lo que vi fue solo una pesadilla —dije entre sollozos, sintiendo que mi alma se había quebrado después de todo lo que presencié.
—Lo siento, Emma, pero no puedo ayudarte —respondió Eliana avergonzada mientras sus manos temblaban.
—¿Qué me estás diciendo? ¿Cómo puedes abandonarme después de todo lo que acabo de presenciar?
—Espera, no voy a abandonarte, pero no puedo ayudarte. Emitiré un informe para darte el alta y evitar que tengas problemas en tu trabajo. Ahora tengo claro que lo que te afecta no es ira. Sin embargo, debes prometerme que irás a ver a Magnolia. Solo ella podrá ayudarte.
—Espera un momento. Si entiendo bien, después de toda esta locura, ¿simplemente me estás derivando a otro profesional?
—No exactamente. Magnolia no es médico, es demonóloga.
—¿Qué? ¿Qué demonios tiene que ver una demonóloga en todo esto? ¿Necesito un exorcismo? —grité exasperada, mientras me limpiaba las lágrimas con la manga de mi blusa—. No creo en esas cosas, las supersticiones sobre dios y el diablo nunca me han importado.
—Entiendo que en este momento estés enfadada conmigo. Pero debes tener claro algo: tu marca no es una marca de nacimiento cualquiera, se conoce como la marca de Lilith —me explicó Eliana, tratando de calmarme— Yo nunca la había visto directamente, solo en los apuntes de mi abuelo. Por eso tenía que asegurarme de que no me equivocaba. La única manera de ayudarte es que la busques a ella, o será demasiado tarde para ti. Solo Magnolia tiene el poder para ayudarte.
Eliana tomó una tarjeta y escribió algo en su reverso. Me levanté del diván aturdida y asustada, tomé la tarjeta y salí del consultorio sin despedirme. En ese momento, no sabía en qué creer, pero tenía algo claro: encontrar a Magnolia se convertiría en mi máxima prioridad.
Reto #EstrellasDeTinta2023, las normas las encuentras en https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html
Los objetivos que cumple son:
4-Crea un súper poder y dáselo a alguien cualquiera para crear un relato surrealista.
SECUNDARIOS:
24- Protagonista sobrenatural.
38- Crea un relato relacionado con un grimorio.
Cantidad de palabras: 1998
Protagonista femenina
Test de Bechdel: Si
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