Este relato está dedicado a la memoria de Juan, nuestro compañero de pluma que nos dejó con un café pendiente y ahora debe estar disfrutando sus bailes en la eternidad. Hasta siempre.
—Mamá, ¿Dónde están mis brochas? ¡No te he dicho que no me muevas las cosas de lugar! Voy a llegar tarde a la universidad. —Grité con rabia desde el sótano, donde guardo mis herramientas y mis preciados descubrimientos.
—Señorita antropóloga, yo nunca entro en su despacho. —Dijo entre risas mi madre, desde la cocina mientras preparaba el desayuno. —Hablando en serio hija, ayer cuando llegaste de clase, no vi que trajeras tu maletín de la cochera, revisa tu maletero.
—Señorita antropóloga, yo nunca entro en su despacho. —Dijo entre risas mi madre, desde la cocina mientras preparaba el desayuno. —Hablando en serio hija, ayer cuando llegaste de clase, no vi que trajeras tu maletín de la cochera, revisa tu maletero.
Me detuve en seco, como siempre, mi madre tenía razón. No había sacado del coche mi maletín. Es más, a duras penas logré bajarme y llegar a mi cama. Desde que nos inscribimos con Patricia y Julián en el curso del maestro Johan, no tenemos vida. Sabíamos que era de nivel avanzado, pero nos está llevando al límite del agotamiento.
—No sé qué haría yo sin ti, perdóname. Pero tengo mi cabeza tan llena de cosas. A duras penas sé de qué país soy vecina. —Dije mirando el reloj con desesperanza. Era casi imposible que llegara a tiempo si me pillaba algún embotellamiento.
—María Clara, no hay problema. Yo también fui joven y como tú luché con todas mis fuerzas por alcanzar mis sueños. Quiero verte brillar. Un pequeño enojo tuyo no me quita por un segundo la felicidad y el orgullo de ser tu madre. Llévate esto. —Dijo mi madre, entregándome un bolso rosa con un termo, un tupper y otras cosas que no detallé. —Es café como te gusta: sin azúcar, con canela, y claro, tus tortitas favoritas con arándanos. Ve campeona, pero ten cuidado en la carretera.
—Gracias mamá, te amo. —Agarré el bolso y besé la frente de mi madre mientras ella sonreía.
Mientras conducía, sin pasar el límite de velocidad para tranquilidad de mi madre, pensaba que seguramente ya estarían publicadas las listas para el viaje a las ruinas al lado del Cenote del Sol. Al fin vi la entrada del estacionamiento. Estaba más vacío que de costumbre.
—¡Niña, pero qué demorada has estado hoy! —Gritó emocionada Patricia a lo lejos, agitando su brazo. A su lado, esperaba Julián, tomándose un café.
—Ya voy, Pato. —Saqué mi morral y el bolso del desayuno. Me bajé del coche y abrí la cajuela. Cuando iba a tomar el maletín con mis herramientas, Julián los bajó del coche, rozando mi mano con suavidad.
—Déjame llevarte el maletín, hoy traes muchas cosas. —Dijo sonriendo.
—Gracias. Mi madre me ha preparado el desayuno y, conociéndola como la conozco, seguramente ha enviado comida para todos —dije sonriendo y agitando la bolsa rosa.
Alcanzamos a Patricia, quien nos esperaba en la puerta de la facultad, y juntos entramos directamente al pasillo principal para revisar la cartelera y ver si el profesor ya había publicado los resultados. Seguramente éramos los primeros en llegar.
—Julián, lee tú, no soy capaz —dije escondiéndome detrás de él.
—A ver, antes de la lista de nombres hay un mensaje: "Estimados estudiantes, no fue sencillo escoger un grupo tan pequeño entre 50 jóvenes talentosos. Espero que en próximas oportunidades tengamos más cupos disponibles para poder viajar con todos ustedes."
—Sí, sí. Muy bonito. Lee Julián Camilo —murmuró Patricia. Ella no tuvo un buen inicio en el curso porque descubrió que su novio la engañaba durante las primeras semanas del año académico y dejó de asistir casi durante un mes mientras asistía a un retiro para lidiar con su pérdida. Aunque desde que regresó, dio todo de sí, no confiaba en tener la puntuación suficiente para alcanzar ese preciado cupo.
Julián empezó a leer rápidamente el listado en silencio, dando un ligero salto hacia atrás.
—Mary, lo logramos —dijo dándose la vuelta y abrazándome con calidez y ternura. —Lo logramos—.
En ese instante, Patricia lo supo. Tomó sus anteojos y se acercó a la lista. Su nombre no estaba en ella. Se secó rápidamente las lágrimas que rodaban por su mejilla y se acercó a nosotros para darnos un abrazo grupal.
—¡Chicos, estoy muy orgullosa de ustedes! Lamento no haber dado la talla y poder acompañarlos —dijo entre lágrimas Patricia.
—Amiga, no digas eso, lo mereces tanto como nosotros. Si Ronaldo no hubiera hecho lo que hizo, no habrías tenido ese traspié al inicio del año. No es tu culpa —dije mientras soltaba a Julián y limpiaba con ternura las lágrimas de Patricia.
—Ese traspié me hizo perder el norte… sólo gracias a ustedes dos criaturitas pude recuperarme. Aunque esté llorando, mi corazón está feliz por ustedes —sollozó mientras nos abrazaba fuertemente a los dos.
—¡Chicos, estoy muy orgullosa de ustedes! Lamento no haber dado la talla y poder acompañarlos —dijo entre lágrimas Patricia.
—Amiga, no digas eso, lo mereces tanto como nosotros. Si Ronaldo no hubiera hecho lo que hizo, no habrías tenido ese traspié al inicio del año. No es tu culpa —dije mientras soltaba a Julián y limpiaba con ternura las lágrimas de Patricia.
—Ese traspié me hizo perder el norte… sólo gracias a ustedes dos criaturitas pude recuperarme. Aunque esté llorando, mi corazón está feliz por ustedes —sollozó mientras nos abrazaba fuertemente a los dos.
Vi al profesor a lo lejos, y me hizo señas para que me acercara. Me entregó dos carpetas azules y me pidió que le entregara una a Julián. Eran los protocolos del viaje. Le agradecí y regresé con mis amigos. Cuando me aproximaba, alcancé a escuchar a Patricia diciéndole a Julián:
—Es el mejor momento para que se lo digas.
—Es el mejor momento para que se lo digas.
Cuando llegué, noté que habían cambiado de tema, pero no quise preguntar. Podía imaginar cómo se estaba sintiendo Patricia, así que preferí no importunarla. Si ella quería decirle algo a él y no a mí, estaba en todo su derecho.
Comenzamos a caminar hacia el patio interno. Nos gustaba quedarnos allí cuando teníamos tiempo. Estaba lleno de plantas exóticas y tenía una zona con mesitas muy cómodas para muchas cosas: desde trabajar con los ordenadores hasta limpiar herramientas o tomar deliciosos almuerzos grupales. Recordé que aún llevaba el bolso rosa del desayuno y dije:
—Chicos, ¿vamos a desayunar? Mamá invita —dije agitando la bolsa.
—¡Qué delicia! La señora Martha prepara cosas deliciosas —dijo Julián—. ¿No es maravilloso tener en casa a una de las chefs más importantes de la ciudad?
—Sí. Por cierto, voy a llamarla para contarle. Por favor, vayan organizando nuestro desayuno —dije entregándole la bolsa a Julián, quien de inmediato con Patricia comenzaron a desempacar su contenido en una mesa libre.
Busqué mi móvil en el fondo de mi mochila y marqué el número de mi madre. Seguramente a estas horas ella ya estaría en el restaurante. De verdad espero que tenga su teléfono a la mano.
—Alo, ¿mamá?
—Hija, ¿qué pasó? ¿Ya publicaron los resultados?
—Sí, mamá. ¡Julián y yo nos vamos al Cenote maya! —grité emocionada.
—María Clara, tu padre y yo estamos muy orgullosos de ti. Estás cumpliendo todos tus sueños, hijita —dijo mi amorosa madre—. Espera… ¿y Patricia?
—Está devastada. No lo logró. Tú sabes lo que le pasó con el maldito gusano ese —dije enojada.
—Lo sé, lo sé. Dale un abrazo de mi parte.
—Mamá, ¿nos vemos en la noche?
—Tan pronto cierre la cocina en el restaurante, le pediré a Mike que se haga cargo del restaurante. Quiero llegar pronto para que me lo cuentes todo —dijo muy emocionada.
***
Las cinco horas de vuelo nos dieron tiempo para revisar nuevamente la historia de Santa Cruz y los planos del área de excavación cerca de las playas al norte del Cenote. Al llegar al aeropuerto nos recogió un autobús que nos llevó a nuestro hogar por las próximas semanas. En la entrada de una vieja hacienda colonial, que ahora estaba acondicionada como hotel boutique, nuestro profesor Johan se había dado a la tarea de buscar la mejor ubicación para que pudiéramos aprovechar la mayor cantidad de horas de sol posibles.
Todos éramos conscientes que una excavación de esta importancia normalmente la realizarían grupos de expertos, con muchos años de experiencia y con financiación con pocos topes. Pero henos aquí, diez inquietos estudiantes ocupando unas bellas habitaciones coloniales, a pocos kilómetros de uno de los lugares más hermosos del planeta, con nuestras herramientas básicas dispuestos a dar lo mejor de nosotros.
Mi habitación estaba justo en frente de la de Julián y al lado de la del profesor, al abrir la puerta quede atónita, era hermosa. Tenía un balcón maravilloso que daba justo al patio central, con un par de sillas y una mesita. Al entrar vi una carpeta sobre el tocador, la tomé junto con una botella de agua y me senté sobre la cama a leerla. Justo cuando iba por la mitad de los documentos, escuche que tocaban la puerta
— Puedes pasar, esta abierto — dije dejando de lado los papeles
— Vengo a desearte una feliz noche bella, según el cronograma debemos estar listos a las 5:00 en el comedor para tomar el desayuno. Debes estar agotada por el viaje — dijo Julián mientras dejaba un plato de frutas tropicales en al lado de las botellas de agua — te traje esto para que no te vayas a dormir con el estómago vacío.
— Gracias, definitivamente eres un sol, me cuidas tanto. Después de comer, me daré una ducha e intentaré dormirme rápido — dije mientras lo abrazaba dulcemente.
— Descansa — dijo mientras besaba mi frente y se dirigía a la puerta.
Después de terminar mi lectura mientras comía esas deliciosas frutas, decidí irme directo a la cama, estaba exhausta. Pero me di cuenta de algo en ese momento, mi vida era perfecta, no podía quejarme de nada. Tenia unos padres maravillosos, una amiga maravillosa y a Julián. En las últimas semanas juntos me di cuenta lo mucho que disfruto su compañía, me he dado cuenta de que con él mis días son más dulces y me siento segura a su lado.
Al otro día tomamos el desayuno en el salón y salimos directo al Cenote, solo puedo decir una cosa. ¡Es un lugar absolutamente mágico y hermoso! Llegando nos encontramos en una selva tropical con estatuas monolíticas de la cultura local y al fondo se escuchaba el sonido del mar. Al adentrarnos nos encontramos en una playa de arena blanca y hermosa, allí encontramos un terreno preparado con una cuadrícula de cuerda. Allí era nuestro punto de inicio de la excavación.
Julián y yo estábamos en el cuadrante D1, tan pronto ubicamos el punto, comenzó el proceso más aburrido, el alistamiento de herramientas. Al culminar podríamos comenzar con la limpieza del terreno. Durante horas, estuvimos con nuestras brochas sin encontrar nada en la arena, el calor iba aumentando hasta que Julián dijo:
— ¿Quieres que tomemos un descanso? La temperatura sube y tenemos que hidratarnos bien
— No — respondí — mejor bebamos agua y aprovechemos hasta el mediodía, después tendremos que detenernos obligatoriamente — y le extendí mi cantimplora para que bebiera.
— Tienes razón debemos aprovechar el tiempo — dijo recibiéndola y dando un largo sorbo.
Unos minutos después, sentí algo solido bajo mi brocha, estaba eufórica, no podía creer que hubiera encontrado algo. De inmediato pusimos la bandera roja y todos se acercaron. El profesor se arrodilló e indicó a dos compañeras que ayudaran para sacar más rápido lo que habíamos hallado.
Mientras trabajábamos a toda velocidad, Julián se me acercó y me susurró al oído:
— Se que no es el momento, lo juro, pero no puedo callarlo más, yo te amo. Eres el amor de mi vida.
Lo miré dulcemente a los ojos y también susurrándole con una sonrisa le dije:
— Y yo también te amo. Cuando terminemos creo que necesitamos hablarlo
Al terminar de remover la arena encontramos un cofre de plata, con una inscripción en una forma de náhuat, la cual leyó con algo de esfuerzo, decía algo como: “Huehca in yehhuān in ōquichpōpoca noyollo, macuilli katun xihuitl ce cempōhualpilli”. Después de un rato y revisando todos los tratados que teníamos en la base de la excavación concluímos que la leyenda decía: “Aquí yace el último mensajero de la luna, año 3000”. No lográbamos entender qué pasaba, según las cuentas del profesor ese año 3000 era del futuro, no del pasado, según él se refiere al quinto katún del ciclo 62 del xiuhmolpilli.
— Jóvenes, ustedes lo encontraron, tienen el honor de abrirlo — nos dijo nuestro orgulloso profesor.
Nos miramos y juntos pusimos nuestras manos en la caja.
— A la cuenta de tres abrimos — dije haciendo una pausa — 1, 2 y 3…
— Dios mío, es un pájaro de plata — exclamo el profesor atónito conteniendo la respiración.
Reto #EstrellasDeTinta2023, las normas las encuentras en https://plumakatty.blogspot.com/2022/12/reto-de-escritura-creativa.html
11- Escribe sobre una excavación arqueológica en la que encuentran un objeto del futuro
SECUNDARIOS
13- Narra una historia sobre el primer amor.
33- Haz un relato en el que dos personas están de viaje.
Cantidad de palabras: 2023
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