— Aurora, ¿llegaron los archivos de los procesos de la jueza Román?
— Sí, señora. Los trajeron de la oficina del procurador
general el jueves pasado. Eran casi 100 cajas. Menos mal, Manolo estaba en la
oficina y me ayudó a llevarlos al depósito de la entreplanta.
— Necesito que me traigas por favor los archivos del caso
N456-23, según el manifiesto están en la caja número 43. Recibí hace unas
semanas una carta de Ramiro Benítez. Él sigue insistiendo en su inocencia, dice
que sí había recibido la licencia para tener un robot sexual y que los cargos
que se le imputaban de violación fueron un montaje en su contra. — Informé a mi
asistente mientras revisaba con detalle los documentos que componían el
manifiesto de remisión.
— Licenciada Romina, ¿en realidad está pensando en
aceptar más causas en contra de esa jueza? Sí, era una muy mala persona y,
además, muy corrupta. Pero ¿no tiene miedo? Su vida puede llegar a estar en
riesgo. Recuerde lo que le sucedió a la firma de los hermanos Romero.
— No, Aurora, no tengo miedo. No me hice abogada para
temerle a ese tipo de personas, mucho menos a esa arpía. Por su deshonestidad y
odio, muchas buenas personas están en prisión. — Dije vehementemente — Puede
que no nos guste cómo viven algunas personas, que no compartamos sus gustos y
preferencias, pero eso no nos da el poder para vulnerarlos.
— Tiene usted razón, licenciada. Discúlpeme. De inmediato
traeré los documentos.
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